jueves, agosto 25, 2005

ENAMORARME


Para Zaira y su Vaquero

Llevo ya dos años de estar deseando enamorarme, de una flor, de un perro, de una canción, cualquier cosa (no importa que no se mueva). Hubo un año entero en que permanecí sujeta a ese estado mágico. Ayer lo recordé.
Mis oídos zumbaban y me sudaban los ojos al pasar cerca de él. A veces, cuando la manía estaba a mi favor, osaba esconderme en la esquina de enfrente para espiarlo. Sí, era hermoso, altísimo, corpulento pero grácil, piel de bronce, melena abundante y desparpajada en la que bien podían anidar miles de pájaros... y esa mirada, ¡ah!, esa mirada siempre en alto como buscando extirparle al cielo más luz de la que ya él podía contener.
Día tras día me invitaba a abrazarle, y yo,día a día, me obligaba a decir: quizá mañana.
Así, entre sueños verdes enamorados, entre saltos cardiovasculares, frente a miradas resplandecientes, los días fueron echándose al pasado hasta que una tarde de septiembre, justo cuando el otoño comenzaba a dar señales, no lo vi más.
Bajé del auto y caminé hacia donde siempre estuvo. Las piernas se me doblaron y caí de rodillas, sólo para quedarme ahí, contemplando sus raíces secas y amontonadas.

martes, agosto 23, 2005

ABISMO FINAL

MUJER EN SU VENTANA

Ella está sumergida en su ventana,
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino, definitivamente
inalterable desde ahora
como el mar en un cuadro,
y sin embargo el cielo continúa pasando con sus
angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos,
como si nada,
y alguien en cualquier parte levantará su casa
sobre el polvo y humo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Áspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche
- ¿o acaso será un dios que cae agonizando sobre el mundo?-,
pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que se va creyendo que de los lazos rotos nacen
preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los
paraísos prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en su
ventana,
la simple arquitectura de la sombra aislada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio,
un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo final entre una mujer y un hombre.

Olga Orozco