lunes, abril 30, 2007


LOS TESTIGOS DEL JARDÍN

De pronto una mañana me tropiezo con este texto de mi amigo David Ojeda. Me dije: yo soy un caracol...



Los caracoles aceptan la soledad sin el temblor de párpados
que observamos cada mañana en nuestro espejo
Ellos van con su casa a cuestas
y asoman a los jardines un cuerpo que no logramos entender
Cada día su voluntad apenas debe esforzarse
para desentrañar el minúsculo milagro del terreno

Adheridos a hierbas que tiemblan y crecen bajo ellos
no duermen por la noche sino vigilan
el paso de un zorro con hambre
o el de un viejo borracho que cruza el jardín
en busca de la cama donde yace en el sueño su mujer

No hay misterio que escape a su cuidado
y con él no desean los caracoles otra cosa que conservarlo en las antenas
Quedan ahí las noticias de un mundo que nace
y se corrompe cada segundo
Han aprendido a cuidar su humildad
para corresponder con ella a su apariencia y su tamaño
sin embargo atesoran el saber de quien observa el mundo desde el suelo
entre las hojas libre y solo
Así escriben sus libros y luego los dejan perecer a su lado
en medio de una trampa de sal
ante la vejez o los depredadores que los atraviesan con picos
con uñas y tridentes
Saben no obstante
que la razón de un libro no comienza o termina en sus lectores
que la última finalidad de una palabra en nadie descansa sino en algo

Reconocen cada día cuando el rocío los reanima
y Madigan pone su pie junto a ellos
que un signo en el cielo completa el espectáculo de sus puntos de vista

Los caracoles se arrastran por el jardín
y sus huellas llegan a cruzarse sin que uno u otro se toquen
Su paso y sus acciones en busca de una hoja mejor
al acoso de algún organismo muy pequeño
cubren el terreno con la trama invisible
que el podador o el perro no atestiguan o comprenden

Los caracoles dejan sus casas vacías luego de morir
Queda su cuerpo sin vida para ser devorado por las hormigas
que se aproximan con cuidado y se ponen a comer a cortar
a trasladar la carne húmeda y fría
Poco a poco dejan hueca la morada
y cuando la última hormiga sale de ella no puede evitar apresurarse
Las casas abandonadas asustan
Las casas vacías atesoran ecos que los débiles de corazón
los callados y razonables los enemigos de los sueños
los infieles del azar y la risa
no logran ni quieren entender
Las casas donde alguien ha muerto conservan un fantasma para siempre

El caracol nunca aguarda una pareja
sólo para abandonarse en un orgasmo repentino
Su espera intenta descargar la soledad de un encuentro especular
No tiene sentido hablar de sexo cuando dos caracoles
se aproximan a un contacto moroso
Uno y otro se corresponden con huecos que la casualidad propicia

El estupor de todo amante frente a un sexo que desconoce
es un evento que los caracoles ignoran
Su retiro se completa en su propio cuerpo y sus citas
-como obra fortuita de un deseo delicado que sin embargo llega a la desmesura-
sólo habrán de producir la perdurable fascinación
ante lo que nos proporciona una fugaz imagen de plenitud
y entonces el jardín padece la aproximación de una mano
que puntualmente los priva de reposo
sin atender el grito un gemido los murmullos.

(David Ojeda/Los testigos de Madigan)

jueves, enero 18, 2007


ENTREVISTA

25 Instantáneas de Anna Kullick Lackner o Entre la inflancia, la alcoholescencia y la dorada chupentud / Héctor Alvarado Díaz

1)¿Sospechas de alguien?
De mí misma. Me persigo todo el tiempo. Soy una auto-detective profesional. A veces me pierdo, pero sólo por unos momentos. Siempre me vuelvo a atrapar.

2)Si pudieras metamorfosearte ¿serías...?
Águila, porque a cierta edad es capaz de cambiar plumas y pico. O Serpiente, porque puede cambiar de piel y sigue pululando tan campante.

3)¿La poesía sirve para algo?
Nada más para seguir viviendo. Sin la poesía, el lector está condenado a perderse esa parte pasional, axial en la existencia.

4)¿Cuáles son tus manías?
Verme demasiado adentro, morderme los labios y envenenarme (siempre legalmente).

5)Hombre ideal.
No existe. Sin embargo, en mi fantasía hollywoodense, sería Al Pacino. Éste es un hombre sumamente intrigante, con un gran sentido del humor, básico en mi lista de atributos masculinos.

6)Mujer ideal.
Yo. Jajaja. No, ya en serio, creo que cualquier mujer, sólo por el hecho de tener la capacidad de producir vida, ya es ideal. Admiro mucho a Julliete Binoche.

7)¿La amnesia sería la peor condena?
No. Siempre he luchado por darle al presente un sitio preponderante. Quien puede olvidar, anula un enorme trozo de angustia.

8)¿Amistosa o belicosa?
Mi tiempo belicoso fue tragado por los años. La amistad ahora es la más nutritiva de mis emociones.

9)Poetas de cabecera.
Clarice Lispector, Jorge Teillier, Alejandra Pizarnik, Antonio Gala, Sylvia Plath, Jorge Enrique Adoum, entre otros.

10)¿Tienes que conocer para luego escribir?
Conocer no, palpar con la mirada y escribir. Al decir “mirada”, me refiero a la onírica, a esa lente del corazón. Creo que jamás llegamos a conocer a nadie ni a nada por completo.

11)¿Cómo eliges tus títulos?
Si me preguntas, es porque apestan, jajaja. El título es la parte más difícil de la obra. Al menos para mí. Es lo último en que trabajo.

12)¿Crees en fantasmas?
Sí, claro. Vivo con varios bastante pirados. Algunos, te puedo decir, son muy crueles; otros son totalmente inofensivos, nada más andan aquí, suspendidos.

13)¿Te afecta la crítica?
Obviamente, pero no permito que ésta transforme mi oficio al grado tal de escribir como algunos quieren. Ya tengo suficiente con mi “persecuta” como para tomar a pecho la crítica de otros.

14)¿En un mundo perfecto dejarías la escritura?
No. Aunque quiera no puedo dejar de escribir. Además, el mundo jamás será perfecto… Necesito aprender a vivirlo así y desde ahí seguir escribiendo.

15)¿Escribes pensando en alguien?
Primero en mí y luego, a veces, en personajes, elementos o situaciones que trastocan mi vida.

16)¿La disciplina es un arma o un lastre?
Es un arma de doble filo. Por un lado corta y por el otro es una eficaz herramienta.

17)¿Te intriga la muerte?
Mucho más que si estuviera “viva”. Me obsesiona. Me asumo como un ser que en cualquier momento deja este plano y viaja a otro (de esto estoy segura). Entonces, debo confesar que todo lo desconocido me asusta.

18)¿El que ignora es más feliz?
Los que ignoran están menos atribulados. La felicidad no existe como tal. Son efímeros estados donde uno se siente pleno, vivo, pues.

19)¿Te han censurado?
No, nunca. Creo que soy demasiado “light”. Sin embargo he sido rechazada en algunas ocasiones. Ahora, hablando de autocensura, pues de nuevo ahí me tienes… nunca estoy conforme del todo.

20)¿La ciudad, el mar, el bosque o el desierto?
El mar y el desierto. Si están enamorados, mejor.

21)La que escribe y la que vive ¿son una misma persona?
Definitivamente no. Al escribir tengo que disociarme. Lo difícil es regresar a ser yo misma, la que cuida hijos, la que hace la comida, la que va al mercado, etcétera. Siempre tengo adentro ese apuntador literario al que tengo que callar cuando no tengo papel y pluma a la mano.

22)¿Agotas un tema antes de pasar a otro?
Lo intento, pero no siempre sucede. Hay demasiadas voces y en ocasiones no puedo soslayarlas. Estoy escribiendo sobre el amor, por ejemplo, y de pronto las campanas de una iglesia me llevan a cuestionarme el odio y el egoísmo. Así de loco.

23)Qué te dicen las palabras:

Tiempo: Alivio. Aprendizaje.

Imaginación: Magia del espíritu.

Madre: Ausencia.

Lengua: Daga. Estilete.

Impuestos: ¡Qué miedo!

24)¿Escribes narrativa en secreto?
Tan en secreto que no la escribo. Y si algún día la plasmé, siempre fue tras la óptica de la poesía. Ahora, precisamente, estoy trabajando en un libro de Poemas en Prosa.

25)Entre el deseo y la realidad ¿por cuál apuestas?
Por el deseo. El deseo es el combustible para seguir andando. Una vez que éste se realiza, el camino se detiene y hay que desear de nuevo, estar siempre impregnados de deseo.


(Ésta es una entrevista que salió publicada en el periódico La Roka)