sábado, junio 04, 2005

SILENCIO, NIEVE Y LUZ

Días recurrentes estos de mirar atrás
oscuridad que resbala
en los linderos del recuerdo
en la casa abandonada de seres y de cosas

Aroma a desamparo atorándose en silencio
insistente aura que la acerca a la verdad

Y sucede que esta casa
dejada en el trayecto
fue su piel primera
delgada tiesa quebradiza
ensañada con querer mostrarse
como el espinazo de su historia

Entra en ella
todo se muestra pequeño
el jardín ya no es jardín
el patio ya no es patio
la terraza es parte de la calle
pregunta al aire por la vastedad de sus espacios
por su luminosidad...

El silencio contesta que el olvido
tiene por venganza tragarse dimensiones
alimentarse de la luz

Un pequeño hueco puede decirle tanto sin embargo
escuchar la voz de dios en un fragmento que la salve:
el exilio del abuelo
alzando el cuerpo frágil de una niña
para que mire caer la nieve
por primera vez tras la ventana

y el asombro de la niña
y la carcajada compartida
entre ellos y la ajena blancura
madrugada inmaculada
salvación efímera.

LOS DÍAS ME CAMINAN

Salgo de mi guarida todas las mañanas a las siete, después de que mis hijos se han montado en el transporte escolar. Cargo todavía en los ojos sueños no del todo digeridos. Camino cuesta abajo, me cruza la iglesia al costado derecho, me persigno y le pido a Dios por todos nosotros, pero especialmente por nosotros todos. Me atraviesa el estanque de las brujas, un arroyo enmarañado de árboles caídos con peces muertos, pero lindo al fin de cuentas, sobre todo cuando cuadrillas de mozalbetes (mis hijos incluidos), lo han limpiado. Me adentro en el caminador del parque y, como experta buscona perdida, empiezo a darle vueltas. Prefiero no contarlas pues me mareo demasiado pronto y ya no pienso.
La inhalación se expande a medida en que mi oído y mis ojos van comiéndoselo todo: árboles cambiando de hojas, flores naciendo, desnaciendo, o simplemente muriéndose; el incomprendido y terco musgo creciéndole al asfalto; el mismo perro olfateando las patas de las bancas, el timbre incisivo de un despertador que nadie hace callar; la chica hermosa que espera el camión sentada en la misma esquina, el par de albañiles que custodian mis costados por brevísimos segundos... todo esto siempre, cada día, de lunes a viernes, de cierto inicio al certero desfallecimiento.
Ayer, sin embargo, robé una historia; debajo de un arbusto encontré un pequeño bolso infantil, adentro vivían un globo agujerado, una moneda de cinco pesos, la hoja roja de un otoño, una cuenta de vidrio verde, y ahora, con mis dos lágrimas calientes... también yo.

lunes, mayo 30, 2005


el amor que no pude dar Posted by Hello

Poema nuestro de cada día

Tengo un extraño ritual que he ido adquiriendo a falta de conversaciones: abrir un libro de poemas justo al momento de despertar. Todavía con ojos semicerrados, medio acurrucada en mis propios brazos, acudo a uno de mis estantes y lo atrapo. Es epopéyico, al menos para mí, encontrarme de pronto ante un texto que encierra, o simplemente sugiere, el sueño de la noche anterior. Hoy me sucedió. Se los comparto, es de Miguel Barnet.

"Como quien se equivoca
de tren
como quien pierde la ruta
y se desvía por una calle errática
Como el sonámbulo que
camina hacia atrás
y choca con sombras y cortinas
Como el que pierde sus propias pisadas
así he llegado
a esta ciudad
que sin embargo me acoge
en su fiero laberinto
de lumbre y espejismos
Lamento cada minuto de mi vida,
el amor que no le pude dar".

Debo aclarar que la ciudad puede ser cualquier cosa: una historia, un animal, una flor, un hombre...