Los humedales son pequeños oasis en el desierto, milagros terreacuáticos donde se gestan universos tangibles e intangibles, grandes y pequeños, creíbles o increíbles...
viernes, noviembre 18, 2005
EL RETORNO
"No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes en tránsito. Me dejo atar fascinado por ella a los recuerdos del presente."
Enrique Lihn
No puedo decir "al fin he regresado". Pudiera quizá aventar las palabras desganadas de "al principio he vuelto".
Chile es un país que me dejó marcada. No soy la misma. Aunque quisiera. Si Oaxaca me estrujó en su magia de colores, si ahí me sentí flotar, Chile me cubrió de verde, me dolió el pecho de tanta belleza incontenible, me arrancó un grave trozo de mi yo.
En ese país de poetas todo es vasto: el amor de su gente, la comida, el vino, los bosques, volcanes, lagos, ríos y... el mar.
Conocí a muchas personas, pero tres de ellas se hicieron mis amigos, no de viaje, sino de vida.
Gladys, a quien ya conocía brevemente aquí en Monterrey, es una mamushka de 70 años, pequeña, hiperactiva, amorosa a más no poder (y yo con esta ingrata cojera del corazón) que me hablaba de todo, me mostraba lo exterior y lo interior con igual intensidad; hablaba y hablaba como yo hubiese querido que hiciera mi madre.
Alejandro, amable personaje digno de los diarios de viaje de Marco Polo. Él se tomó dos días de su apretada agenda para llevarnos a Valparaíso y a Viña del Mar donde no sólo nos mostró los lugares turísticos, sino que nos llevó de la mano y del alma por rincones muy suyos, muy íntimos que quiso regalarnos. Ya en Santiago, departimos encendidas conversaciones entre choritos, fresas, cerezas, pan y vino, guitarras, la voz de Vero, preciosa, risas... hartas y estrepitosas risas; total, como dice Galeano, que ahí estábamos queriéndonos hasta altas horas de la madrugada.
Y Robledo, el señor de los loros, ahh... toda una amalgama de cariño, ternura, camaradería, humor sumamente fino e inteligente, búsqueda interna en sus andares y en los otros. Igualmente hiperactivo como Gladys, sólo que con 28 años menos, así que ya se imaginarán: él nos cuidaba hasta dormirnos y él nos levantaba con esa voz radial que hoy extraño tanto. Pareciera a simple vista que es un ser desparpajado, sin embargo, su mente, eterna y rápida viajera, se conecta impresionantemente con esa sensibilidad que le brota desde la mirada, para de pronto dictarme toda una cátedra sobre mi vida. Eduardo ya forma una parte importante de mi historia, de la amistad que yo valoro tanto y tan profundamente.
Y bueno, es demasiado lo que traigo en mi equipaje cardiovascular de Chile, que me tomará muchos textos plasmarlo aquí. Por lo pronto, amigos, aquí les dejo esto esperando irme completando poco a poco pues ahora, en este momento, los ojos me escuecen de sólo estarlo intentando....
P.D. Malena, Chemo, amigotes: fueron para mí pilares que con su amor, ternura y risas sostuvieron aquellos cimientos que temblaban a cada rato. Los amo.
Enrique Lihn
No puedo decir "al fin he regresado". Pudiera quizá aventar las palabras desganadas de "al principio he vuelto".
Chile es un país que me dejó marcada. No soy la misma. Aunque quisiera. Si Oaxaca me estrujó en su magia de colores, si ahí me sentí flotar, Chile me cubrió de verde, me dolió el pecho de tanta belleza incontenible, me arrancó un grave trozo de mi yo.
En ese país de poetas todo es vasto: el amor de su gente, la comida, el vino, los bosques, volcanes, lagos, ríos y... el mar.
Conocí a muchas personas, pero tres de ellas se hicieron mis amigos, no de viaje, sino de vida.
Gladys, a quien ya conocía brevemente aquí en Monterrey, es una mamushka de 70 años, pequeña, hiperactiva, amorosa a más no poder (y yo con esta ingrata cojera del corazón) que me hablaba de todo, me mostraba lo exterior y lo interior con igual intensidad; hablaba y hablaba como yo hubiese querido que hiciera mi madre.
Alejandro, amable personaje digno de los diarios de viaje de Marco Polo. Él se tomó dos días de su apretada agenda para llevarnos a Valparaíso y a Viña del Mar donde no sólo nos mostró los lugares turísticos, sino que nos llevó de la mano y del alma por rincones muy suyos, muy íntimos que quiso regalarnos. Ya en Santiago, departimos encendidas conversaciones entre choritos, fresas, cerezas, pan y vino, guitarras, la voz de Vero, preciosa, risas... hartas y estrepitosas risas; total, como dice Galeano, que ahí estábamos queriéndonos hasta altas horas de la madrugada.
Y Robledo, el señor de los loros, ahh... toda una amalgama de cariño, ternura, camaradería, humor sumamente fino e inteligente, búsqueda interna en sus andares y en los otros. Igualmente hiperactivo como Gladys, sólo que con 28 años menos, así que ya se imaginarán: él nos cuidaba hasta dormirnos y él nos levantaba con esa voz radial que hoy extraño tanto. Pareciera a simple vista que es un ser desparpajado, sin embargo, su mente, eterna y rápida viajera, se conecta impresionantemente con esa sensibilidad que le brota desde la mirada, para de pronto dictarme toda una cátedra sobre mi vida. Eduardo ya forma una parte importante de mi historia, de la amistad que yo valoro tanto y tan profundamente.
Y bueno, es demasiado lo que traigo en mi equipaje cardiovascular de Chile, que me tomará muchos textos plasmarlo aquí. Por lo pronto, amigos, aquí les dejo esto esperando irme completando poco a poco pues ahora, en este momento, los ojos me escuecen de sólo estarlo intentando....
P.D. Malena, Chemo, amigotes: fueron para mí pilares que con su amor, ternura y risas sostuvieron aquellos cimientos que temblaban a cada rato. Los amo.
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