Estoy en un ciber café pues este vicio internético me rebasa. Termino de leer un correo electrónico
-de esas cadenas que te ofrecen un milagro-: "si usted lo envía a diez o más personas, el teléfono sonará en un momento con una agradable sorpresa". Me gana esta terca inocencia y decido enviarlo.
En unos minutos suena mi cel. Es mi hija Luna y su voz cascada de brillantes: "¡Mami, no lo puedo creer, sucedió un milagro en el jardín! ¡¡¡Le ha salido un diente de león!!!