martes, marzo 21, 2006

VEINTE AÑOS ATRÁS


Blanca Peinado está triste y nostálgica por cuatro ausencias: Tía Licha, Paty Laurent, Alicia Loverde y Lorin (igual de verde, en cuanto a juventud). Chela Rodríguez extraña horrores a Ana Luisa, hija de Licha, hermana de Paty, cuñada de Lorin y tía de Alicia.

Blanca y Chela me invitan a pasar el fin de semana con ellas en el campo. Las ilusas creen que yo puedo compensar en algo la nostalgia de sus quereres. No saben que también yo tiemblo ante la ausencia, que igual que a ellas -o más- a mí me carga el payaso cuando advierto ese vacío irrellenable de presencias. En fin, todos tenemos esa ilusión absurda de rodearnos con personas u objetos que nos hagan menos difícil la oquedad.

Cargué a Luna, a Bryan, la bicicleta, vino blanco, carne, taquitos al vapor, garras, gorras, y a mí misma -esto último fue lo más difícil-. Y allá vamos, hacia el deseo compartido de dejar dormida a la ciudad y despertarnos entre árboles, viento pío, música de río, río de vino y de cervezas... reparar la mirada y oscilarla entre fuego y estrellado firmamento, cantar y contarnos la vida.

Es extrañamente hermoso cuando uno decide dejar la amnesia y sumergirse en el mundo donde los recuerdos se completan, se complementan. Chela y yo nos dimos a repasar cuando aún no existían hijos, cuando el rugido de la vida era un concierto y no el cierto desconcierto en el que hoy se ha convertido... Veinte años pa´trás. Recordamos ese viaje en auto. Ella, Ana Luisa y yo, desde Cancún hasta Monterrey. ¡Qué viaje psicotrópico ni qué nada! Estábamos allí, creyendo tener toda una vida por delante, dobladas de la risa, odiándonos a ratos; "filosofando" -como si supiéramos-, escuchando el repetido cassette de Emmanuel -qué güeva-, pero felices, sintiéndonos las hiperchingonas del mundo.
Más de una semana que terminó muy cerca a nuestra muerte. Casi llegando, una llanta se tronó y si no hubiera sido por la pericia de Chela al conducir, nos hubiéramos matado. La velocidad nos proyectaba a 140 kms/hora.

Hoy, inevitablemente, pienso en los angelotes que tenemos. Creo que ya han de estar más "agüelos" que nosotras, cuasi en silla de aerolitos y tanques de oxígeno celestial... Pero aquí estamos, y los pobres cabrones, partiéndose su progenitora por cuidarnos.

En lo personal, a mí casi no me gusta echarme clavados al pasado, pero en esta ocasión, con la transparencia de Blanca -no pudieron sus apacitos escogerle un mejor nombre-, con su perro, Golón, a quien Bryan bautizó como "Gorrón" pues se les trepó a media noche en la cama y los babeó de pies a cabeza; con la sencillez y destreza humorística de Chela -ídem con Blanca-, con la cercanía de mis hijos -en un par de años no me acompañarán más-, con la presencia onírica, mágica, etérica de tía Licha; y con la visita "fantasmal" de mi señor padre, pude juntar algunos pedazos, sentirme, como hace mucho no lo hacía, en la Villa de los Reyes.
El regreso a la urbe fue triste. A pesar de que Chela se esforzaba por sacarme conversación, sabía que mi alma tardaría lo que ahora tarda por llegar. Tomé un trago de mi lista: Vivir mis últimos años fuera de esta tortuosa ciudad.

P.D. La de la foto es Chela.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace ya varios años, cuando trabajabamos en Cemex, María tu prima se fué a Cancún, después me fuí a probar x aquellos lares. Luego ella se fué cerca de allá a Puerto Aventuras y la extrañé. Luego me regresé a Mty y María me deja de herencia a Paty o yo me pego a Paty. Ahora Paty se va y la extraño. Como tú dices buscamos rellenar esos vacíos de presencias. Oye, pues que lástima que descubriste que soy yo, no te quería decepcionar. Escribes muy sentido. Te mando un abrazo. Ch.

Anónimo dijo...

Me brinqué un pedazo, de tu Tía Licha, mejor ni hablar. Igual la extrañé cuando se fué. Ch.

sedienta de humedales dijo...

Querida Chayito: Claro que no me decepcionas, al contrario, contar con estos comentarios tuyos, me hacen acortar distancias y advertir que no es tanta la soledad, después de todo.

Tengo algo de bruja....

Muchos cariños,