domingo, septiembre 04, 2011

EPÍSTOLAS






Intentando poner un poco de orden a este desorden donde habito, emergió de un cajón cierto grueso sobre amarillento. Lo puse de lado suponiendo contendría dibujos infantiles, recibos, u algunos otros papeles que tendría que tirar. Hace unos momentos tropecé con uno de los tesoros más grandes que un ser urbano, como yo, puede tener entre sus manos -sobre todo en estos tiempos pletóricos de cables, botones e imágenes gratuitas-. Todo un arsenal de cartas, dentro de sobres con estampillas y sellos postales, inundadas algunas todavía de huellas dactilares, tachones, aromas... He estado leyéndolas una a una, saboreando y recreando la época en que fueron escritas, imaginando al autor al estarlas redactando, sonriendo y derramando lágrimas.


Algunas de éstas son verdaderas joyas. Iré compartiendo cartas que, estoy segura, sabrán disfrutar quienes han recorrido junto a mí caminitos de mi historia.

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